Este es uno de los grandes temas a los que nos vemos expuestos hoy. Sentir culpa muchas veces nos afecta al educar a nuestros niños. Es por eso que hoy queremos contarles sobre el libro Educar sin culpa, de Alejandro De Barbieri.
Este libro a sido un éxito en varios países, como Uruguay donde ha vendido más de 20 mil ejemplares, ya que nos presenta como el miedo y la culpa pueden llegar a afectar la forma de educar a los niños. Factores como el cansancio y el estrés desgastan emocionalmente y dejan a padres y educadores sin fuerzas para limitar las demandas de los hijos. Es imprescindible, entonces, que padres y también docentes identifiquen las causas de este desgaste para así recuperar el entusiasmo por educar y retomar ese rol.
Es por eso que quisimos saber un poco más de este libro y conversamos con el Alejandro De Barbieri, que nos contó más detalles en esta entrevista que queremos compartir con ustedes.
¿De dónde nace la idea de este libro?
El libro nace de la experiencia de más de 20 años de trabajo en la clínica, en empresas y en educación. Se captó la culpa que inhabilita a los padres a educar. Tomando en cuenta lecturas y también el desgaste que lleva a los psicólogos, los tratamientos, nos llevó a elaborar propuestas para enfocar en prevención y promoción de salud.
¿Qué diferencia hay entre la pedagogía compasiva y la pedagogía de esperanza?
La pedagogía compasiva es la que todo lo justifica. Emilio Tenti Fanfani, le llama “autocastración pedagógica”, porque hoy en día se le pide poco al niño y adolescente, se le exige poco por parte de los padres, con lo cual luego lo que dan es poco. Se los trata de pobrecito, “vos tenés que entender” y esos determinismos terminan siendo fatalismo, ya que se condena al adolescente a no desarrollar sus posibilidades, más allá de lo que le haya pasado o vivido.
La pedagogía de la esperanza es creer que el joven puede dar lo mejor de sí y ayudarlo a que lo logre, lo cual no quiere decir desconocer sus limitaciones, pero el poner demasiado énfasis en los límites, se justifica el no poder y luego el adolescente se refugia en esa excusa.
¿Cómo podemos ser más optimistas al educar a nuestros hijos?
Celebrando la vida cada día, ser optimista no es ser divertido, es educar con paciencia, templanza y esperanza. Es creer que nuestros hijos ya están cambiando el mundo. Se trata de respirar antes de entrar a nuestra casa, para valorar la vida y educar. Educar es cansarse amorosamente, los padres de hoy están tan cansados con sus trabajos, que no se quieren cansar educando, con lo cual se corre el riesgo de no educar. Se crían mascotas, se educan personas, no se puede educar una mascota, pero una persona puede quedar mascota si no se le ayuda a autorregular sus emociones, a hospedar las frustraciones.
¿Por qué sentimos culpa al educar?
Nuestros abuelos educaron a nuestros padres sin culpa y hoy somos padres y profesores culpógenos. Los abuelos educaban sin culpa, porque no esperaban ser queridos por sus hijos. Hoy día la autoestima del adulto se nutre que el niño le quiera, con lo cual queda preso el adulto de los caprichos de su hijo. Nuestra autoestima no se puede nutrir que nuestros hijos nos quieran, pero el adulto frágil de hoy hace cosas para que los sigan queriendo para seguir siendo un “genio” para sus hijos. Dice “yo no quiero que mi hijo sufra lo que yo sufrí” y nuestros hijos no van a sufrir lo que sufrimos nosotros, van a sufrir lo que ellos tengan que sufrir para conocer la felicidad. Si evito que sufran, evito que crezcan, porque los exonero de la vivencia que le dará el aprendizaje.
¿Qué podemos hacer para cambiar esto?
Poner énfasis en el adulto, en los padres y en los educadores, no poner el acento en el niño. Amar más de lo que nos duele el dolor del otro. Al papá o a la mamá de hoy le duele el posible dolor del niño antes de que le duela al niño
¿Cuál sería el gran tip o consejo que dejaría para los padres?
Ser feliz cada uno, hacer las paces con su historia, dejar de ser hijo de mis padres para poder ser padre de mis hijos.
Agradecer de dónde venimos y perdonar a nuestros padres de que ellos hicieron lo mejor que pudieron con las herramientas que tuvieron.
Si todavía creo que mi padre o mi madre me están educando o si todavía quiero tener una infancia distinta a la que tuve, me está ganando el determinismo.
Confiar en nuestros hijos, amar es soltar, dejar partir, para que ellos tomen la vida en sus manos.
¿Qué es educar sin culpa?
Educar sin culpa es confiar es no ceder frente a los caprichos del niño y adolescente, es no confundir empacho con felicidad.
Es ayudar a que nuestros hijos hospedan sus frustraciones.
Que el adulto tenga su propio sentido de vida, para que mañana cuando los hijos se vayan, podamos seguir viviendo.